Encierro fragmentos de vacío, porciones de silencio, marañas de encanto. Esas tardes en las que me siento libre, puedo cumplir rutinas y a la vez dejarme modificar por el viento. La brisa helada de julio me castiga el rostro y los edificios del centro no dejan que el sol toque las veredas. Miro a mi alrededor y veo puñados de humanos marchando, sombras chinescas que se reproducen sobre el asfalto. Mi abrigo es negro y yo me siento de colores. Percibo y dejo que todo pase entre mis abismos. Miro hacia arriba; los bloques de cemento parecen querer unir al cielo que nos viste. Aparto los conceptos y de repente la sangre fluye y acaricia la piel. La energía que irradio es lo que soy, allí, perdida en medio del caos. Un ser frágil, vulnerable y permeable. Con angustia, certeza, alegría, curiosidad. Me dejo atravesar por el viento, y me convierto en su metáfora.
miércoles, 14 de julio de 2010
jueves, 1 de julio de 2010
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