miércoles, 14 de julio de 2010

percepciones

Encierro fragmentos de vacío, porciones de silencio, marañas de encanto. Esas tardes en las que me siento libre, puedo cumplir rutinas y a la vez dejarme modificar por el viento. La brisa helada de julio me castiga el rostro y los edificios del centro no dejan que el sol toque las veredas. Miro a mi alrededor y veo puñados de humanos marchando, sombras chinescas que se reproducen sobre el asfalto. Mi abrigo es negro y yo me siento de colores. Percibo y dejo que todo pase entre mis abismos. Miro hacia arriba; los bloques de cemento parecen querer unir al cielo que nos viste. Aparto los conceptos y de repente la sangre fluye y acaricia la piel. La energía que irradio es lo que soy, allí, perdida en medio del caos. Un ser frágil, vulnerable y permeable. Con angustia, certeza, alegría, curiosidad. Me dejo atravesar por el viento, y me convierto en su metáfora.

jueves, 1 de julio de 2010

prettiest mess you've ever seen


domingo, 27 de junio de 2010

fragmento 1

Las cosas, a medida que eran necesarias, desaparecían temporalmente. No era la primera vez que le pasaba, pero solía atribuir ese tipo de fenómenos a cuestiones relacionadas con eso que llamamos casualidad, con una liviandad cotidiana de oficinista yendo a almorzar. El hecho es que dejaba pasar esos detalles y no asumía ningún tipo de relación entre ellos. Tampoco pensaba en cómo estas pequeñas situaciones operaban sobre ella, con la intención de develarla atrapada por una serie de convenciones universales creadas por seres de su misma especie.

Una noche, mientras trataba de volver a su casa luego de una jornada que combinó obligaciones, lluvia, ensayo, comida, película y chocolates, las posibilidades de transporte se fueron desvaneciendo en las calles vacías de Buenos Aires. Como era usual, un amigo la acompañó a esperar el colectivo hasta la calle Sarmiento. Mientras esperaban, conversaban sobre lo absurdo de las piezas teatrales que se definen como tales, cuando a la vez son una burla a la realidad que suele ser más absurda aún. Juegos de palabras, métricas que usamos para definir límites y distancias, lenguajes creados que asumimos como lógicos porque son los que nos enseñaron como necesarios para movernos en este mundo. Y pasaban colectivos, menos el de ella. Los números parecían burlarse desde la etiqueta frontal. Cada número tiene asignado un recorrido, y por consecuencia nos vamos asignado alguno de ellos según nuestra ubicación en el mapa. Ellos saben que va a pasar por ahí porque siempre lo hace, pero no conocen muchos detalles al respecto. Esa noche, el número asignado no pasó durante 40 minutos. La métrica temporal media estipulada no contempla períodos tan amplios de espera. Lo cierto es que no hay forma de saber si el número asignado va a llegar realmente, como lo hace hasta que deja de hacerlo.

(Algunas horas más tarde, ella recordará aquellos días en los que el 93 dejó de realizar su recorrido asignado, y un día, siempre sin dar aviso previo, reapareció en las calles.)


Esa noche, el 124 que pasa por Sarmiento no llegó. Pasaron taxis, autos, bicicletas, motos, personas, un patrullero con las luces apagadas y otro montón de colectivos innecesarios. En ese tiempo, ella podría haber llegado a su casa caminando. De saber que lo necesario iba a desaparecer, podría haber tomado en cuenta esa opción.

La plata que tenía en su bolsillo no alcanzaba para viajar el taxi. En busca de resolver la situación, el amigo se aventura a buscar dinero (que creyó innecesario al salir de su casa) y así generó esta suerte de trilogía: debían esperar un taxi. Habían visto pasar muchos, pero cuando lo necesitaron empezaron a dudar. Se pararon en otra esquina, que en pocos minutos se tornó desierta. Un taxi se aproximó, con la luz de su cartel que indica disponibilidad, apagada. Hasta ese momento, por convención, los dos saben que ese tipo de transporte utiliza un pequeño cartel luminoso que indica que está “libre”, por lo tanto, disponible para transportar pasajeros. Una dosis de desconfianza, un chofer fuera de la convención y el clásico miedo de gran ciudad, hicieron que ellos desestimen la posibilidad de tomar ese taxi. Otra vez, la calle desierta. A lo lejos se ven pasar colectivos, ella prefiere no chequear si el suyo había decido acercarse ahora que ya no lo necesitaba.


Pasaron algunos minutos hasta que vieron esa prometedora luz roja, que paradójicamente indica disponibilidad cuando el rojo, en la mayoría de las señalizaciones que nos rodean, nos remite a prohibiciones, detención, no pasar y completo, entre otros. Pero a pesar de que hicieron la seña establecida para detenerlo, siguió de largo sin siquiera atinar a bajar la velocidad de su marcha. Otra vez, la calle quedó desierta.


Mientras el se disponía a contarle el final de una película que ella no vio, apareció un taxi con su cartel correspondiente encendido que respondió a la llamada. Ella su subió, viajó escuchando los tangos que sonaban dentro del auto y en diez minutos ya estaba en su casa. El cosmos parecía acomodarse, aunque no sabe por cuanto tiempo.

jueves, 17 de junio de 2010

y si el cielo te busca, nene, no tenés que estar

17-06-10
un año sin

miércoles, 14 de abril de 2010

no title

Me puse a releer antiguos textos que alguna vez formaron parte de este blog. Pasó mucho tiempo y las cosas cambiaron más de lo que puedo entender. Verlo escrito me estampó esta cuestión en la nuca. Hay una angustia constante en mí a lo largo de los años, una desorientación bruta, pero veo en esos párrafos muchos deseos que pude cumplir. Renuncié a mi trabajo alienante, investigué otra forma de vida, tengo mi departamento más allá de mi deplorable situación económica y finalmente voy a conocer NY.
Pero la angustia persiste, estoy perdida, incompleta, me siento tan pequeña ante todo este monstruo de mundo que me rodea. Al tachar puntos por cumplir y no sentir la satisfacción deseada, creo que me acerco cada vez más al nucleo de la cuestión, a lo que más duele. No sé que es pero me desborda, y me rompe mucho las pelotas.

lunes, 12 de abril de 2010

lost weekend

suena el celular: mensaje de texto (de mi madre, obvio). es sábado y el reloj dice 18.20. what? ok, dormí de corrido, esperando señal del satélite, cual topo gigo. el asunto es que no sé si fue mayor la sensación de desaparecer del mundo casi un día completo o darme cuenta de cuanto tiempo puede pasar hasta que me encuentren si muero atragantada con una porción de chocotorta.

nada me desorienta más que despertame y que empiece a oscurecer a la media hora. bah, todo me desorienta últimamente, no sé de qué me sorprendo. pero sin importar la hora a la que arranque el día, tardo mil en conectar. media hora abajo de la ducha no alcanza, soy una imagen onírica. me despabilé pasadas las 9 de la noche en una panchería de once, a media cuadra del bonito concierto que logró arrancarme de mi casa. sino seguiá de largo hasta el domingo, de frente mantecol.

unas dos horas maravillosas de acordes preciosos y de solo hay piel bajo la piel sobre la piel, te devuelven a la realidad como una hojita que cae lenta sobre el asfalto (y después corre peligro de que la aplaste un auto, pero bueh). descubrir que kentucky del abasto tiene un balconcito fumador y aire libre lejos de los autos fue lo mejor que podía pasar después. y ni hablar de terminar colada en un cumpleaños a bar cerrado, sucursal de una academia de salsa, donde los pies del resto de los mortales sólo pueden articular movimientos ridículos. igual, el power trio la rompió.

durante el día, seguro que no me perdí mucho. igual el domingo puse el despertador al medio día. alguien tiene que lavar la ropa en esta casa.

lunes, 22 de marzo de 2010

Llegué al punto de ¿cómo sigo ahora? Los cambios me pueden, me desorientan, me arrancan partes. Hace un par de horas escuché una motosierra violenta cerca del balcón. Me asomé y ahí estaba la cuadrilla municipal cortando el árbol de la puerta de mi edificio, el que se llenaba de pajaritos que cantaban en mi ventana y hacía más bonito el paisaje de ciudad. Pensé que lo iban a podar, pero lo cortaron completo, de raíz. Ahí quedaron todos los pedazos de tronco, ramas apiladas, hojas desparramadas por el piso, barro y madera hecha polvo. Siempre adoré ese árbol, y me quedé mirando desde el balcón como se convertía en escombros, sin poder hacer nada. Es posible que si no lo sacaban, la próxima tormenta se iba a encargar de derribarlo. Pero a mi me gustaba tenerlo ahí.

Así como al árbol, estos últimos meses tuve que arrancar muchas cosas de raíz, algunas con mis propias manos, otras de forma más brusca quizá. Pedacitos míos apilados por ahí y un vacío extraño, desordenado. Mientras, el mundo sigue y yo trato de ordenar los recuerdos para que construyan, y no destruyan.


Doctor: What are you doing, Honey? You’re not even old enough to know how bad life gets.
Cecilia Lisbon: Obviously, Doctor, you’ve never been a 13-year-old girl

domingo, 21 de marzo de 2010

sábado

no se quién nos cria pero el viento definitivamente nos amontona. y es taaaan divertido. avenida rivadavia, pizza, helado, cerveza. el mundo nos metió en su coctelera y nos tiró ahi. los mismos de siempre, de diferentes épocas. y volví caminando a casa a la madrugada como a los 16.

jueves, 18 de marzo de 2010

algo así...

miércoles, 17 de marzo de 2010

two thousand miles until, I reach that open road

pasa el tiempo y otra vez nos encontramos dando vueltas sobre el mismo tema. ponemos las mil barreras para evitar los lugares que nos angustian y nos sacan de control, pero se vuelve inevitable. nos planteamos las cosas para hacerlas sencillas y se transforman. las relaciones humanas siempre son complejas. a veces nos volvemos herméticos, creemos que puertas adentro estamos a salvo, pero tarde o temprano necesitamos asomar la nariz. entramos en un círculo, y me doy cuenta que no se cómo salir. sigo perdida a la hora de hacer coexistir al plano emocional con el racional, y viceversa. y ninguno de los dos me deja completamente a salvo.


hablo en plural porque después de una hora al teléfono, sé que somos dos al menos. dos amigas que masticamos la angustia, apretando los labios y moviendo la cabeza para que las lágrimas que asoman no caigan sobre las mejillas. guardamos hasta constiparnos. y las circunstancias no encierran más.


pasa el tiempo y siento que decodifico el mundo de una forma incompatible. me agota que el planteo que concibo como simple no funciona. lo analizo desde la lógica y cierra, no debería enroscarse, y a la corta o a la larga, se vuelve un quilombo. termino pataleando, con los sentidos torpes y fuera de eje. me siento idiota. y me agota, cada día más.


no quiero final feliz, esa parte ya la conocemos. un día nos vamos a morir y se acabó. lo que quiero es que el viaje esté bueno.

lunes, 15 de marzo de 2010

es la eterna cuestión de no conectar. perder las ganas. tratar de entender cuando el racionalismo no abunda.

será que el sentido común no es "común" al conjunto, y todos lo aprendimos de libritos distintos...?

sábado, 13 de marzo de 2010

ya no quiero final con demora
principios inconclusos
momentos no compartidos
amor desgarrado sin rumbo
y al final quedarme juntando las piezas

entre las maderas del piso
buscando respuestas
sin poder decir

los platos apilados, aunque me olvidé de cenar
los libros desparramados, leídos por la mitad
los discos fuera de su caja
todo a cuestas

la noche enroscada por el día muerto
pienso en apagar la luz
a ver si reseteo