miércoles, 8 de febrero de 2012

tengo que aprender a volar, entre tanta gente de pie

Miro Buenos Aires pasar desde la ventana del auto y mis ojos rebalsan. La cena con mis viejos fue el homenaje silencioso, un brindis dedicado sin nombrar. Suenan los libros de la buena memoria y papá habla sobre los tigres en la lluvia. Estamos tristes, queremos que no nos duela y estamos tristes... Quiero que gane la felicidad de haber crecido con semejante inspiración, pero ahora lloro. Porque es algo más que un músico, es un artista de esos que se te meten bajo la piel y te quedan ahí contenidos. Es un ser querido. Ahora duele decirte chau, Luis. Ya sos ángel, y yo te seguiré cantando hasta que se apague la eternidad.