Me aburrí de estar desconforme con todo. Esta bien, trabajo en otro horario, ponele. Soy de las que van cuando todos vuelven, de las que pululan por el departamento un martes a las tres de la mañana y los sábados atienden pasajeros con las secuelas de un viernes pero a los 30 (si, a meses de cumplirlos ya los tengo re puestos, tengo estirpe de treitañera). Ibuprofeno 400 directo es mi brunch.
Igual estoy re feliz, y con el re no me hago la irónica. Obvio que por los poros me sale el puto gen de disconformidad crónica. Porque en algún rincón algo sucio siempre hay, y te puedo dejar los platos apilados una semana pero detono con una pelusa sobre la videocasetera (o reproductor de VHS, también). Bueno, lo mismo pero con la humanidad.
Entonces me cansé de ser tan yo negativa, porque me haré cargo de la pavada que elegí. Y así pataleo con el quilombo cotidiano, que me empieza a gustar. Nunca fui muy dancing with the stars, sino más bien un bailando (léase malabar) por un sueldo. Tan tranquila andaba con el yo que me gané en alguna lotería matutina del conurbano, que me encontré con los ojos más bonitos, más color miel, más mevolviunapelotuda, que si atino a retomar algún rezago de elmundoesunamierda, debería ser expulsada del mundo y reencarnar en un supositorio.
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